¿Sabes cuales son las cuatro puertas que conducen a tu paz interior? Un hombre llevaba muchos años recorriendo los caminos del mundo buscando la paz interior. Preguntándose ¿Cuál será el secreto para lograrla? ¿Cómo se puede disfrutar de la paz interior? ¿Será acaso una fantasía?
Una tarde, cansado de andar recorriendo caminos, haciéndose esta misma pregunta, se tendió a reposar bajo un árbol, quedándose profundamente dormido, y mientras lo hacía se le reveló el secreto que tanto estaba buscando.
En sus sueños se vio ingresando a una antigua ciudad. Dentro de esa ciudad había un templo, de paredes fuertes y una enorme puerta que parecía hecha de oro, se acercó de inmediato y observó que tenía una inscripción enorme que decía: Son cuatro puertas que conducen a la paz.
Primera Puerta
Esta es la primera, hónrala. Emocionado tocó la puerta, pero no recibió respuesta, volvió a tocar, pero nadie abrió, espero unos minutos y tocó nuevamente, y en esa ocasión las grandes puertas se abrieron.
Él ingreso rápidamente, se trataba de un enorme salón, en la pared había otra inscripción que decía: HABLAR SOLO LO NECESARIO. Se encontraba solo, se sentó y a los pocos minutos se acercó un anciano con apariencia de monje, aunque en realidad no se lograba identificar de qué religión era, y éste le dijo: – ya que usted está en busca de la paz interior, aquí encontrará el camino que lo conducirá a ella, y esta comienza con HABLAR SOLO LO NECESARIO.
Usted amigo mío, igual que los demás hombres y mujeres de este planeta, hablan de más. Un 90 por ciento de su hablar es innecesario. Se vuelve mecánico, es un derroche de energía vital, porque en su mayoría solo hablan cosas negativas, destructivas, críticas, juzgan a los demás, o se burlan de ellos, es por eso que la primera puerta a la paz interior es hablar solo lo necesario. Hágame el favor de volver a su vida, hable solo lo justo, lo necesario y regrese dentro de un año.
Nuestro inquieto buscador, estuvo todo un año tratando de poner en práctica lo aprendido y se dio cuenta como hablaba cosas demás, y como la gente también lo hacía, a una sola pregunta se daban miles de respuestas, juzgando, calificando, criticando, y en realidad muy pocos respondían adecuadamente.
Segunda puerta
Nuestro hombre volvió al siguiente año, como habían quedado. Entró y vio una segunda puerta igual de bella que la primera, al abrirla miró otra frase que decía: PENSAR SOLO LO NECESARIO. Luego de leer la frase se sentó y reflexionó sobre la misma. Se le acercó el mismo anciano de la puerta anterior, y le dijo: – esta es la segunda puerta para lograr la paz interior, PENSAR SOLO LO NECESARIO.
Pero antes dime, ¿cómo te has sentido al poner en práctica la primera puerta? El hombre respondió: -hablaba lo justo, logré dejar de hablar cosas innecesarias, pero apareció un nuevo problema, si bien no hablaba, todo se quedaba en mis pensamientos, se daba una charla interna intensa y eso no me permitía tener paz-. A lo que el anciano le respondió: – Usted querido amigo, como la gran mayoría de las mujeres y de los hombres de este planeta, piensan demás. Un 98 o 99% de su pensar es innecesario, otro derroche de energía porque tienen muchos pensamientos destructivos.
Debes pensar sólo para solucionar problemas, para pensar información relevante, piensa solo para construir o planificar, piensa para crear, esa vocecita de la mente que cree ser tú es innecesaria. Te hace solo derrochar energía inútilmente, apóyate en sentir tu cuerpo, en la atención consciente de tu respiración, piensa solo lo justo, lo necesario y cuando esa mente se vaya silenciando hazla descansar y regresa dentro de un año-. Y sin decir más, despareció.
Tercera puerta
Al año siguiente, regresó al templo de las cuatro puertas y volvió a tocar. Esta vez le abrió un novicio, que lo condujo hasta llegar a la segunda puerta que ya conocía, llamaron y se abrió, y dio paso a una tercera puerta hecha de oro, la cual tenía una frase que decía: SENTIR SOLO LO NECESARIO. El anciano se volvió a acercar a él, y le dijo: – ¿cómo te has sentido al poner en práctica las primeras dos puertas? – A lo que el hombre respondió: – He dejado de hablar cosas innecesarias, he dejado de pensar cosas innecesarias, pero aún tengo problemas con las sensaciones o emociones en mi cuerpo, siento angustias o ansiedades y esto perturba mi paz.
Es verdad lo que usted dice, dijo el monje. Usted, querido amigo, al igual que todas las mujeres y hombre de este planeta sienten de más. Un 98 o 99% de nuestro sentir es innecesario, con el agravante de que estas emociones negativas son las que intoxican a las personas y el planeta. La medida justa en su sentir es expresar las emociones positivas y superiores, no dejándose llevar por emociones mecánicas. Apóyese además de sentir su cuerpo, o siendo consciente de su respiración, en estar muy atento en sus sensaciones, aun cuando se siente neutral o indiferente.
Debemos dejar de vivir a flor de piel por pensamientos destructivos, las emociones son instrumentos de conocimiento. Vuelva a su vida, afine su atención, diríjala a sus sentimientos y emociones, no permitiendo que se instalen de manera mecánica, ira fácil, risa fácil, silencie la mente emocional, hágala descansar y regrese dentro de un año, para ver sus adelantos.
Cuarta puerta
Pasando el año, el hombre volvió al templo, y llamó a una de las cuatro puertas. Nuevamente un novicio lo condujo, pasando por las otras puertas, a una cuarta, donde vio una inscripción que decía: LA VERDADERA PAZ VIENE DEL SILENCIO Y EL VERDADERO SILENCIO ES LA AUSENCIA DEL EGO. Mientras leía la inscripción, salieron siete monjes.
El más anciano le dijo: -se le nota a usted una paz interna, es raro si aún le falta poner en práctica una cuarta puerta. El hombre, se sentó en una de las sillas de los monjes, después de reflexionar un poco respondió: Es porque ha sido una gracia, una bendición o tal vez una recompensa el que ahora tenga una paz interior, esto ha sido producto de los esfuerzos anteriores.
Luego de trabajar sobre mi hablar, sobre mis pensamientos y la vocecita que pretenden ser yo, al darme cuenta de mis emociones, me sobrevino la gracia, pues al caer ellos, también cayó el ego, que quiere usurpar el yo verdadero, y ahora siento esta gran paz interior, esta gran dicha que rebasa todo entendimiento.