Las heridas emocionales marcan la personalidad de un adulto a menudo está determinada por una lesión emocional o una experiencia dolorosa de la infancia. La mayoría de las personas, si no es que todas, tenemos alguna herida que curar. En este artículo te explicamos cuáles son.
Miedo al abandono
Un niño que ha sido abandonado cuando crece, a menudo experimenta un gran miedo a la soledad en la edad adulta, lo cual lo puede llevar a experimentar relaciones de pareja dependientes. Podrían desarrollar un escape de una relación o evitar relaciones íntimas como mecanismos de defensa para evitar lidiar con el ser abandonado.
El miedo al rechazo
Cuando un niño se siente rechazado por sus padres al no sentirse querido, se crea una herida profunda que hace que esa persona se considere indigno de cariño y tenga miedo al rechazo. Un niño que ha experimentado el rechazo se convierte en un adulto tímido, autónomo y esquivo.
Humillación
Cuando un niño se siente tratado como un inútil por sus padres, cree que no vale nada. En la edad adulta se encontrará a sí mismo como una persona insegura y continuamente necesitará el apoyo y la seguridad de los demás. Además, tendrá a criticar y humillar a los demás.
Traición
Los padres a menudo tienden a prometer ciertas cosas a sus hijos. Cuando estas promesas no se cumplen, el niño se siente traicionado. Estos sentimientos negativos llevan a desarrollar una personalidad manipuladora, con un carácter fuerte, que quiere tener y controlar todo.
Injusticia
Cuando un niño ha crecido con padres autoritarios, fríos y exigentes, de adulto se caracterizará por cierta rigidez mental, perfeccionismo y sed de poder.
Es importante conocer y reconocer cuales heridas emocionales de la infancia tenemos, para así trabajar sobre ella y así llevar una vida plena.